
El tiempo nunca fue el enemigo, fue mi aliado.
Share
Entrando al último día del año, me tomé un momento para reflexionar sobre el tiempo. Este 2024 estuvo marcado por mi “crisis de los 25”. No hablo tanto de la edad, sino de ese momento en que comenzamos a cuestionar nuestras creencias más arraigadas. Quizás a algunos les llega antes, a otros después, o incluso nunca. Para mí, este año estuvo lleno de esas confrontaciones internas.
Este año, enfrenté desilusiones que me removieron profundamente: darme cuenta de que, como la adolescente idealista que fui, no es tan fácil cambiar los sistemas que tanto critiqué. Aceptar que mis padres, a quienes siempre vi como figuras invencibles, también son humanos. Asimilar que dejar huella en el mundo no es tan sencillo como imaginaba, que la vida profesional que perseguí se siente distinta a lo que soñé. Tuve que replantearme mis prioridades, enfrentar rabias y frustraciones que me desgastaron más de lo que quería admitir.
Confieso que peleé contra este proceso con todo lo que pude, y eso solo hizo crecer mi frustración. Quería –y una parte de mí sigue queriendo– que el año terminara rápido, como si el fin pudiera devolverme algo del tiempo perdido. Pero ahí fue cuando empecé a reflexionar sobre el tiempo mismo.
En mi generación vivimos con la inmediatez en todos los aspectos: queremos todo ahora. Queremos realizarnos profesionalmente ya, estar seguros financieramente ya, sanar las heridas de nuestra niña interior ya. Y cuando no logramos lo que esperamos en ese tiempo inmediato, el tiempo se convierte en el villano.
Hoy, con una mirada más positiva –quizás embellecida por ese placer de cerrar ciclos–, pienso diferente. Hace unas semanas, mi psicóloga me dijo algo que marcó esta reflexión: “Fue un año difícil, pero no fue malo.” Fue difícil porque me tocó cuestionarlo todo, vivir emociones incómodas que, como buena luna en Piscis, me cuesta enfrentar. Pero al final, el tiempo, ese villano que tantas veces he maldecido, me ha dado la oportunidad de mirar hacia atrás con más amor.
Hoy veo este 2024 como un año que me transformó. No soy la misma persona que lo empezó. He sanado cosas que alguna vez creí imposibles de sanar, enfrenté mis sombras y me lancé –a veces literalmente– hacia mis miedos: salté en paracaídas, inicié mi formación en astrología, comencé mi emprendimiento, y aprendí a soltar ideas que ya no me servían.
Aún no estoy donde quiero estar, pero me he dado cuenta de algo importante: quizás aún no sé exactamente cuál es ese lugar. Me falta tiempo para entenderlo, para descubrirlo, pero sé que este tiempo, que tanto me frustró, también me ha acercado. No fue en vano, ni un enemigo. Fue mi aliado.